¿Se puede juzgar o esta prohibido?
- Luis Jefferson Tumailla
- hace 5 días
- 6 Min. de lectura
¿Por qué Jesús dijo “no juzguéis” y luego enseñó a reconocer a los falsos profetas por sus frutos? La biblia explica la importante diferencia entre discernir y condenar injustamente.
Existe un versículo del nuevo testamento que ha sido citado erróneamente quizás más que muchos otros, y cuya interpretación distorsionada ha provocado una reacción en cadena que ha debilitado verdades fundamentales de la Palabra de Dios. Nos referimos a Mateo 7:1: “No juzguen para que no sean juzgados”. Este versículo, aislado de su contexto, ha sido utilizado para deslegitimar cualquier intento de evaluación moral o doctrinal, incluso por parte de creyentes bien intencionados e informados. Como resultado, muchos cristianos han adoptado una postura pasiva ante el error, temiendo ser acusados de juicio indebido, y han perdido de vista el llamado a discernir con sabiduría lo que es aprobado por Dios y lo que no lo es.
En este artículo afirmamos que los cristianos no solo tienen el derecho, sino también el deber bíblico de juzgar en ciertos contextos, especialmente cuando está en juego la verdad del evangelio y la salvación eterna. Este juicio no se basa en una actitud farisaica ni en una condena personal, sino en la aplicación fiel del estándar de la Palabra de Dios. Jesús y los apóstoles nos instruyen a ejercer discernimiento espiritual, incluyendo la evaluación del estado espiritual de otros cuando sus frutos contradicen la fe que profesan. En lugar de ser una muestra de arrogancia, este tipo de juicio bíblico puede ser un acto de amor y fidelidad al Señor.
"Mateo 7:1 ha sido utilizado para deslegitimar cualquier intento de evaluación moral o doctrinal, incluso por parte de creyentes bien intencionados e informados."
La evidencia: “Por sus frutos los conocerán”
En Juan 15, el Señor Jesús emplea una de las analogías más esclarecedoras de todos los Evangelios para ilustrar la magnitud de una relación auténtica con Él. La imagen de la vid y los pámpanos presenta un principio claro: existe una correspondencia visible entre Cristo y Sus verdaderos discípulos. En otras palabras, la permanencia del pámpano se manifiesta en su fruto, y esta evidencia nos permite discernir si una persona es realmente un cristiano nacido de nuevo.
Este principio se relaciona estrechamente con Mateo 7:1, versículo que muchos utilizan para argumentar que no se debe juzgar si alguien esta en pecado o es un falso cristiano. Sin embargo, quienes sostienen esta idea suelen pasar por alto que, en el mismo contexto, Jesús advirtió acerca de los falsos profetas y enseñó que serían reconocidos “por sus frutos” (Mateo 7:15-20). No prohibió juzgar, sino que indicó cómo debía hacerse: con base en la evidencia.
"La imagen de la vid y los pámpanos presenta un principio claro: existe una correspondencia visible entre Cristo y Sus verdaderos discípulos."
La biblia afirma repetidamente de la salvación (Juan 5:24; 1 Juan 5:12-13; Judas 24; Romanos 8:16; Hebreos 7:25; Juan 10:29; Efesios 4:30; Juan 6:47; Romanos 8:38-39). Esta certeza del perdón y de la vida eterna es confirmada una y otra vez en el nuevo testamento. Estos textos no solo muestran sobre la salvación para una persona, sino que también —de forma indirecta— ponen en evidencia a quien se desvió del verdadero camino. Por ejemplo, en 1 Juan 3:14, 7-10, 19-20 se revelan tanto las señales de una conversión genuina como las características de una fe falsa.
Surge entonces una pregunta inevitable: ¿para qué nos daría Dios tantos testimonios de que podemos apartarnos del camino correcto? Si no se puede juzgar la evidencia de los frutos en la vida de una persona, ¿qué sentido tendría hablar de una salvación que se pierde?
"En Mateo 7:1 Jesús no prohibió juzgar si alguien esta en pecado o es un falso cristiano, sino que indicó cómo debía hacerse: con base en la evidencia."
El marco seguro de la Palabra
Cada vez que decidimos razonar fuera de los parámetros establecidos por la Palabra de Dios, nos quedamos sin resguardo alguno para enfrentar cualquier asunto. La biblia es nuestro mejor y más seguro referente en los temas más fundamentales de nuestra existencia. Por ejemplo, si abordamos cuestiones de disciplina eclesial, encontramos límites y directrices claras en pasajes como Mateo 18:15-20, 2 Tesalonicenses 3:14-15 y Gálatas 6:1. Cuando se trata del liderazgo de la iglesia, especialmente de los ancianos, las escrituras nos ofrecen criterios definidos en textos como 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-9. Asimismo, el tema de la membresía está presente en varios pasajes de Mateo, Hechos y las epístolas de Pablo.
Del mismo modo, cuando hablamos de la conversión y del nuevo nacimiento, también contamos con textos clave que no pueden ser ignorados sin consecuencias. Apartarnos de esa instrucción trae incertidumbre y debilita la salud espiritual de la iglesia local. En otras palabras, cuando abandonamos o cuestionamos la enseñanza bíblica sobre estos temas, nos salimos del camino seguro que Dios ha trazado para Su pueblo. Esto nos deja vulnerables a una multitud de problemas y conflictos que no podremos resolver, pues habremos dejado atrás las instrucciones originales que el Señor nos dio para guiarnos y protegernos del pragmatismo doctrinal y eclesiástico.
"La biblia es nuestro mejor y más seguro referente en los temas más fundamentales de nuestra existencia."
Todos hemos nacido con una tendencia natural a la indulgencia. Es parte de nuestra condición caída excusarnos y evitar asumir responsabilidad, como lo hicieron Adán y Eva tras desobedecer a Dios: ambos intentaron minimizar su culpa culpando a otro, en lugar de enfrentar la realidad: quebrantaron la Palabra de Dios (Genesis 3:11-13). De forma similar, cuando hoy buscamos explicaciones alternativas para situaciones espirituales que no reflejan el carácter de Dios ni las virtudes de Cristo, terminamos justificando lo que Él condena.
Eximir a un creyente de un pecado inmoral bajo el argumento de que fue solo un descuido, es una ofensa a la santidad de Dios. Sentenciar repetidamente a un hermano que ha confesado su falta es una ofensa a la misericordia de Dios. Y seguir afirmando que alguien es cristiano cuando no hay evidencia bíblica que lo respalde, es una afrenta a la justicia de Dios. Llamémoslo como queramos, pero cada vez que salimos de los límites establecidos por Su Palabra, terminamos errantes y sin dirección. No podemos ser más justos, ni más santos, ni más misericordiosos que Dios. Dejemos las consecuencias en Sus manos.
"Cuando abandonamos o cuestionamos la enseñanza bíblica sobre la conversión y el nuevo nacimiento, nos salimos del camino seguro que Dios ha trazado para Su pueblo."
Una iglesia firme en la verdad
Nuestras iglesias necesitan no solo una ortodoxia sana (una doctrina fiel a las escrituras), sino también una ortopraxis sana (una práctica que refleje esa verdad). Para lograrlo, debemos examinar las escrituras con cuidado y en su debido contexto, estableciendo con diligencia la conexión entre lo que observamos y lo que la Palabra de Dios enseña. Hemos cedido terreno espiritual al adoptar la idea equivocada de que no podemos emitir juicios o llegar a conclusiones sobre el comportamiento de quienes dicen ser cristianos.
Debemos regresar al manual de instrucciones, reconociendo con humildad que solo Dios es omnisciente, pero también afirmando con convicción que Él nos ha dejado indicaciones claras que no debemos ignorar. El apóstol Pablo escribió a Timoteo: “No obstante, el sólido fundamento de Dios permanece firme, teniendo este sello: ‘El Señor conoce a los que son Suyos’, y: ‘Que se aparte de la iniquidad todo aquel que menciona el nombre del Señor’” (2 Timoteo 2:19). Aunque es Dios quien conoce los corazones, eso no nos exime de actuar con discernimiento ante la iniquidad evidente. Ignorar lo que ha sido revelado es tentar Su bondad.
"Debemos examinar las escrituras en su debido contexto, estableciendo la conexión entre lo que observamos y lo que la Palabra de Dios enseña."
Dios quiere que Su pueblo viva con certeza, que no se deja arrastrar por relativismos o sentimentalismos, sino que se mantenga firme en la verdad. No podemos seguir promoviendo una visión de la gracia que niegue el fruto malo. Si de verdad amamos a Cristo y a Su iglesia, no callaremos frente al pecado ni afirmaremos falsas doctrinas donde hay evidencia. En vez de distorsionar versículos como Mateo 7:1 para evadir nuestra responsabilidad, afirmemos con reverencia y fidelidad lo que la escritura enseña: que los frutos son visibles, y que por ellos conoceremos quién es verdaderamente Suyo.
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