Devocional día 30: Confía en el poder de Dios
- Luis Jefferson Tumailla
- 11 ago
- 3 Min. de lectura
Devocional cristiano - Tema: Espera en Dios
Lectura Bíblica:
“Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.” 1 Corintios 4:20
Hay momentos en la vida en los que las palabras ya no alcanzan. Palabras de consuelo, palabras de ánimo, palabras que tratan de calmar nuestro dolor… pero cuando el alma está en guerra, solo el poder de Dios puede traer verdadera victoria.
Pablo, en su carta a los corintios, dejó algo muy claro: el reino de Dios no es un discurso elegante, no es solo doctrina ni ideas bien dichas. Es vida, es fuerza, es poder y ese poder de Dios no es abstracto. Es real, actúa, libera, transforma, resucita, sana, restaura.
Cuando el pueblo de Israel cruzó el Mar Rojo, no fue por estrategia humana. No fue porque Moisés era un buen líder ni porque el pueblo estaba unido. Fue porque el poder de Dios abrió las aguas. Cuando Josué vio caer los muros de Jericó, no fue por la fuerza del ejército, fue porque el poder de Dios respondió a la obediencia.
Dios no ha cambiado. Su poder sigue siendo el mismo. Lo que Él hizo antes, lo puede hacer hoy. Y si tú estás enfrentando algo que parece imposible, este mensaje es para ti: confía en el poder de Dios, porque la victoria está en camino.
Una de las imágenes más poderosas del Antiguo Testamento es Éxodo 14:14:
“Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.”
Hay batallas que no se ganan con esfuerzo humano. Hay luchas que solo se vencen de rodillas. Y cuando nos rendimos a Él, cuando soltamos el control y dejamos de pelear con nuestras fuerzas, entonces el poder de Dios comienza a manifestarse.
¿Te ha pasado que intentas arreglar algo una y otra vez y solo empeora? ¿Has orado por años por algo que no cambia? Tal vez ha llegado el momento de dejar de insistir en tu fuerza… y empezar a confiar en la fuerza de Dios.
No se trata de ignorar la realidad. Se trata de caminar con fe en medio de ella. El Salmo 20:7 dice:
“Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.”
Él no está limitado por la economía, ni por el diagnóstico del médico, ni por la opinión de los demás. Si Él quiere abrir una puerta, ninguna fuerza humana puede cerrarla. Si Él decide sanar, no hay enfermedad que pueda resistir Su voz.
Por eso, en vez de preguntarnos: “¿Cómo voy a salir de esta?”, la pregunta correcta es: “¿Estoy confiando en el poder de Dios o en el mío?”
Porque cuando caminamos en fe, cuando declaramos Su Palabra, cuando nos rendimos en adoración aun en medio de la tormenta, entonces algo se activa en el cielo. El enemigo tiembla. Las cadenas se aflojan. Y aunque no lo veamos todavía, la victoria comienza a tomar forma.
Tal vez ahora mismo estás en una batalla emocional. O financiera. O espiritual. No importa el campo. El enemigo siempre quiere que pongamos nuestros ojos en la dificultad. Quiere que pensemos que ya es muy tarde, que todo está perdido, que esto no se va a arreglar.
Pero recuerda lo que dice Efesios 3:20:
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos…”
Él no solo puede darte una salida. Él puede sorprenderte con algo mejor de lo que imaginas. Pero eso requiere una decisión firme: Confiar en Su poder, no en lo que ves, no en lo que sientes, no en lo que dicen los demás. Sino en Su poder.
Jesús no nos prometió una vida sin luchas. Pero sí prometió que no estaríamos solos. Y prometió que Su Espíritu estaría en nosotros. Romanos 8:11 lo dice de esta forma:
“Y si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”
El mismo poder que levantó a Jesús de entre los muertos habita en ti. No hay montaña demasiado alta, no hay valle demasiado profundo, no hay noche demasiado oscura. El poder de Dios está en ti.
No esperes a que todo se solucione para confiar. Confía primero, y verás la mano de Dios moverse. Adora antes del milagro. Declara Su fidelidad antes de que llegue la respuesta, Él no te fallará.
No porque lo merezcamos, sino porque Él es fiel, porque Él es bueno. y porque Su poder se perfecciona en nuestra debilidad.
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