Reconociendo a mi prójimo
- Luis Jefferson Tumailla
- hace 1 día
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Predica cristiana: Reconociendo a mi prójimo
Lectura Bíblica: Lucas 10:25-37 (El buen samaritano) Reina-Valera 1960
Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquel, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
INTRODUCCIÓN
Esta parábola nos habla sobre los diferentes rostros que tiene el amor. Con ella volvemos a descubrir el lado tan humano de quien la escribió, el médico Lucas, que es el único que la registra entre todos los demás evangelios.
Nos confronta sobre cómo estamos utilizando nuestras vidas y nuestros bienes. Nos habla de una tarea no concluida. La parábola representa a un hombre en su total desamparo, con el dolor en su máxima expresión, la tragedia del abandono y la tristeza en que viven muchas personas en este mundo. La parábola enseña que el amor verdadero se manifiesta en acciones, no solo en palabras.
La compasión no debe ser selectiva, sino universal, y debemos estar dispuestos a ayudar a quienes están en necesidad, sin importar su origen o situación. Algunos interpretan la parábola diciendo que el hombre herido representa a todos los individuos en su condición caída por el pecado.
Los ladrones simbolizan a Satanás, que ataca al hombre con la intención de arruinar su relación con Dios. El intérprete de la ley representa a la humanidad sin un verdadero entendimiento de Dios y Su Palabra. El sacerdote representa a la religión en su estado de mayor apostasía. El levita encarna al legalismo con sus prejuicios en los corazones de los creyentes. En contraste, el samaritano se identifica con Jesús, quien ofrece el camino hacia la sanidad espiritual.
Pero este texto parece ir más allá en su revelación, porque nos muestra a sus personajes en distintas acciones hacia la vida del prójimo.
1. EL INTÉRPRETE PREGUNTA “¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO”?
Pero la verdadera pregunta del intérprete no debiera ser “¿Quién es mi prójimo?”, sino “¿Cómo puedo ser un buen prójimo para los demás?”.
a. La pregunta acerca de la salvación (versículo 25).
La presente pregunta debería ser la más solemne hecha a nuestro Señor Jesucristo. Fíjese que no la hizo cualquier persona, sino un intérprete de la Ley: “¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?”. Por supuesto, la motivación de este hombre no era correcta; simplemente la hizo para “probar” a nuestro Señor. Sin embargo, esta pregunta era sin duda la más importante de todas. El hombre que más debería saber acerca de cómo salvarse es quien hace la presente pregunta.
Con esto se confirma lo expresado antes por el Señor de haber ocultado la revelación a los “sabios y entendidos” (Lucas 10:21), porque ellos, además de considerarse sabios en su propia opinión, sus vidas eran pura teoría, doctrina sin vida, letra muerta. El intérprete de la ley demuestra su conocimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento al citar Deuteronomio 6:5 con respecto al asunto de amar a Dios y Levítico 19:18 acerca del amor al prójimo. Este hombre da la respuesta correcta, pero no tenía ningún interés en practicar esa Palabra (Lucas 8:21).
b. La pregunta acerca de la justificación (versículo 29).
La intervención del intérprete y la magistral parábola de Jesús convirtieron a este hombre en la mayor referencia entre la letra y el espíritu, entre el conocimiento y la práctica. Al querer justificarse con esta pregunta, echó por tierra todo y reveló cuál era su verdadero propósito al acercarse a Jesús con la pregunta previa (versículo 25). La filosofía de este hombre se basa en la idea de buscar definiciones y justificaciones para sus propias acciones y creencias.
Cuando el escriba pregunta “¿Quién es mi prójimo?”, habiendo ya respondido acerca del mayor mandamiento, buscaba una manera de justificar sus acciones. El problema de este hombre al hacer esta pregunta es que su prójimo era otro judío, no un samaritano. Observe las palabras de Jesús después de su buena respuesta: “Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás” (versículo 28). Pero ¿Cuál fue la respuesta del intérprete a la pregunta de Jesús para identificar al prójimo en la parábola del hombre herido? Él simplemente dijo: “El que usó de misericordia con él” (versículo 37a). Vea que no habló del samaritano, porque ellos jamás serían sus prójimos.
2. LOS LADRONES DICEN “LO TUYO ES NUESTRO”
a. El hombre que cayó en manos de ladrones (versículo 30).
Jesús dio una de las descripciones más completas acerca de quienes infelizmente se les llama ladrones, cuando dijo: “El ladrón no viene sino para matar, hurtar y destruir…” (Juan 10:10b). La visita de un ladrón no tiene otro propósito fuera de este. No hay ladrones buenos, porque son ladrones.
La filosofía de ellos es la de vivir de lo que otros producen. Toda su estrategia y maquinaciones tienen que ver con la invasión de la propiedad ajena. Los ladrones jamás aplican el texto bíblico que señala: “No codiciarás la casa de tu prójimo… ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.
Ellos cosechan lo que nunca sembraron; obtienen dinero por lo que nunca trabajaron. ¡Cuánto dinero hay en manos de los ladrones! Y los ladrones no solo son los que roban con un arma, sino los que roban la inocencia y la conciencia a muchos.
Pero también hay aquellos en las altas esferas de los gobiernos que hace rato están robando y saqueando los tesoros de nuestras naciones. En fin, esta parábola nos muestra a “hombres echados en el camino” porque otros les han despojado.
b. “… e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto” (versículo 30)
El quedar “medio muerto”, tiene la intención de mostrar a un mundo herido, sufriendo los estragos de los “ladrones de su vida”. Aquí hay una simbología representativa de la obra del mismo Satanás con sus agentes. Como ladrón, podemos ver a tantas víctimas con sentimientos robados, con la paz robada, hogares con la armonía robada, hijos con el propósito robado, y tantas vidas con la esperanza robada.
Piensen en aquellos que dicen: “el vicio me despojó de mi familia y de mi salud”. Qué decir de aquellos cuyos pecados le han robado el propósito de vivir para el Señor. Qué de aquellos quienes viven en una constante ansiedad porque alguna enfermedad le ha robado la paz y la felicidad.
En esta filosofía de los ladrones, quienes creen que lo nuestro les pertenece, vemos al viejo diablo, ladrón y mentiroso quien desde el Edén sigue sembrando la duda y la incredulidad en los corazones humanos y no se detiene en su afán de despojar a sus víctimas, de manera que algunos se estarán lamentándose en una eternidad sin Dios, diciendo: “a mí, el ladrón, me robó la vida eterna”.
3. EL SACERDOTE Y EL LEVITA DICE “LO MÍO ES MÍO”
a. El sacerdote “… y viéndolo pasó de largo” (versículo 31).
La filosofía de “lo mío es mío” es lo más común en estos días. Hay algunos que nacieron en este mundo con la mentalidad de que toda gira en torno a ellos. Nunca han oído ni mucho menos practicado lo que Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”. El sacerdote y el levita, paradójicamente, serían las personas más indicadas para ayudar al hombre echado en el camino.
Pero quienes se supone que deberían ayudar a las víctimas “pasan de largo”. Los sacerdotes representan a la religión sin vida, la que se preocupa más por el rito que por la misericordia. La religión se acerca un poco al hombre y a sus problemas, pero no es capaz de vendar y suavizar sus heridas.
Un sacerdote o levita no podía acercarse a un cadáver, mucho menos tocarlo, porque se contaminarían. Sin embargo, nuestro Señor tocó a los leprosos y puso sus manos sobre los muertos. Alguien ironizó diciendo que estos religiosos no podían pararse para ayudar porque ya iban tarde a una conferencia titulada “¿Quién es mi prójimo?”. El legalismo no hace más por otros porque siempre piensa en lo suyo.
b. El levita “llegando cerca… pasó de largo” (versículo 32).
La diferencia entre el levita y el sacerdote es que este se acercó más y seguro vio mejor al herido, pero también siguió de largo. Estas actitudes marcan lo que pasa en nuestra sociedad; podemos ser movidos a misericordia y hasta lamentar lo pasado, pero de allí no pasamos. La tendencia es no acercarse tanto. La insensibilidad y la frialdad parecen haberse apoderado de los corazones, de modo que no hay tiempo para pensar en las necesidades de otros.
Hay víctimas que esperan por una mano amiga, una palabra de consuelo, una ayuda para su condición. Hay un clamor muy cerca que requiere ser atendido. Para algunos es más fácil “ver y pasar de largo” en lugar de acudir con el pronto auxilio.
“Me acerco, pero no me comprometo” pareciera ser la filosofía de quienes dicen: “Lo mío es mío, me costó mucho trabajo conseguirlo y no tengo por qué compartirlo”. Y así, las víctimas siguen en el camino, viendo con indiferencia cómo los que pudieran ayudar “siguen de largo”. Los que más pueden no siempre ayudan.”
4. EL SAMARITANO DICE “LO MÍO TAMBIÉN ES TUYO”
a. Ver y ser movido a misericordia (versículo 35b).
Aquí comienza el camino del verdadero amor. Nadie podrá ayudar a otro hasta que no sea movido a misericordia. Solo un corazón tocado por la miseria de otro podrá ser movido hasta descender con el que padece. Eso fue lo que hizo Jesús por nosotros.
Por otro lado, “acercarse y curar” (versículo 34a) es una acción que involucra un “riesgo”, porque es poner nuestras manos en el hombre herido. El samaritano, el menos indicado para esto, probablemente rasgó su propio vestido para comenzar el trabajo de curar al herido.
Un herido necesita ser curado. La labor de un médico se concentra en el uso de sus manos para atender al paciente. Eso fue exactamente lo que hizo el samaritano. Con esto, este hombre ha dicho: “Lo mío es tuyo, por eso lo comparto”. Nada produce más placer al creyente que identificarse con otros.”
b. Compartir el aceite y el vino (versículo 34b).
¿Por qué el aceite y el vino para un herido en ese tiempo? Porque lo uno servía para suavizar, cicatrizar y sanar; lo otro servía para alegrar, fortalecer y levantar el ánimo. Seguramente tanto el aceite como el vino eran dos elementos necesarios para todo viajero.
Desprenderse de esto era quedar desprovisto de lo necesario para las quemaduras del sol y la sed del camino. El samaritano curó las heridas de la víctima. Jesús usó a la persona menos indicada para mostrar amor y misericordia, porque eso lo debieron hacer los otros. Todo esto habla de un descenso para atender al necesitado.”
c. Compartir la cabalgadura (versículo 34c).
Esta acción nos habla de un paso más profundo cuando estamos compartiendo con otros. El poner sobre la cabalgadura significa sentar a otro en el lugar que solamente me corresponde a mí. Se podría decir que era suficiente con lo que este hombre ya había hecho por el herido.
Había compartido cosas muy personales, pero ahora también comparte su cabalgadura. El camino de Jerusalén a Jericó es de 27 kilómetros, y ahora el samaritano deberá caminar porque en su cabalgadura está el herido. Esto se llama compartir lo nuestro.
d. Compartió también su dinero (versículo 35).
Véase la forma como compartió el dinero. Le buscó una buena habitación en el hotel; dejó una cuenta abierta a favor del herido, le dejó una tarjeta de crédito y cualquier cosa que le faltara que se le cargara a su cuenta. Tres cosas compartió el samaritano.
Compartió su tiempo (no hay tiempo para los demás), compartió su comodidad (nadie quiere ser incomodado) y compartió su dinero (esto es lo más difícil de compartir). ¡Qué feliz es el hombre que puede decir: “Lo mío también es de otro”! Este hombre fue más allá de lo que otros comparten, pues lo compartió todo.
CONCLUSIÓN:
La pregunta “¿Quién es mi prójimo?” dio origen a la presente parábola. Cuando Jesús calificó la buena respuesta del intérprete, diciendo “Haz esto, y vivirás”, había un problema.
Si un hombre viviera verdaderamente según el nivel descrito en la fórmula citada por el intérprete de la Ley, sería justificado por sus propias acciones. Pero de acuerdo con el evangelio, ningún hombre ha podido cumplir esto; de allí que todos necesitamos la justicia de otro: la de Cristo.
El Señor llevó al intérprete de la Ley a caer en cuenta de esa necesidad, y eso es el sentido final de las palabras de Jesús cuando lo confrontó, diciendo: “Ve, tú y haz lo mismo”. Hacer lo mismo es no hacer como los ladrones o los religiosos, sino como el samaritano: “Lo mío también es tuyo”.
Por supuesto, para este intérprete, esto implica una conversión, porque ellos odiaban a los samaritanos. Con esto, Jesús nos dice: No basta con hablar o profesar creencias, sino que debemos demostrar nuestra fe a través de actos de bondad y compasión. Creo que Santiago, el medio hermano de Jesús, interpretó exactamente esta parábola según Santiago 1:27.
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